Los problemas por los que protestan las personas que trabajan desde hace dos años en el sector de la sanidad y los servicios sociales no son nuevos. La falta de equipos de protección, la escasez de personal, las largas jornadas de trabajo, las exigentes condiciones físicas y mentales no son problemas nuevos. Sin embargo, la pandemia ha sacado a la luz estos problemas y ha revelado los problemas subyacentes desde hace mucho tiempo en el sector de la dependencia.
El elevado número de muertes y las imágenes diarias del personal del sector en apuros en los centros de asistencia de larga duración y en los hospitales de todo el mundo conmocionaron a la opinión pública en los primeros días de la pandemia de covid-19. En algunos países, incluso hubo que llamar al ejército para que ayudara a alimentar a los ancianos.
¿A quién hay que culpar? Fueron los gobiernos de los países de la OCDE los que permitieron que el sector de la dependencia se desarrollara como un negocio lucrativo. En lugar de reforzar los cuidados como un bien público, optaron por allanar el camino a uno de los mayores –y vergonzosos– fracasos del mercado en la historia reciente.
Las sociedades occidentales envejecen y tres décadas de neoliberalismo han mermado la capacidad de los sistemas sanitarios públicos para atender a las personas mayores. Dejar que ese vacío sea llenado por una plétora de empresas con ánimo de lucro que ofrecen servicios para los ancianos y las personas dependientes era un desastre a punto de ocurrir. La crisis de Covid puso de manifiesto todo esto.
Los cuidados son, ante todo, un derecho humano. Ofrecer una atención de buena calidad es un reto incluso en las mejores condiciones. Sin embargo, cuando los proveedores de cuidados miran sobre todo hacia los inversores y ven a la dependencia como un negocio y no como una vocación social, las consecuencias pueden ser devastadoras. Un reciente informe sobre el sector asistencial con fines de lucro en Francia es un ejemplo clásico.
En el libro Les fossoyeurs (Los sepultureros), el periodista de investigación Victor Castanet contaba historias espeluznantes del personal laboral obligado a racionar la comida y los productos de higiene, mientras las empresas que los empleaban –sobre todo Orpea, la mayor multinacional del sector de dependencia– pagaban enormes dividendos a sus accionistas.
Las revelaciones sobre estas empresas parecen no tener fin. En el Reino Unido, el mayor proveedor de cuidados con ánimo de lucro del país ha estado canalizando los beneficios a través de paraísos fiscales mientras declaraba pérdidas, y utilizando estas pérdidas para justificar después las demandas de mayores honorarios y menores salarios.
Asimismo, se ha informado de que la mencionada multinacional francesa Orpea ha escondido activos en Luxemburgo, mientras que el gobierno francés ha descubierto un grave abuso de la financiación pública por parte de la empresa.
Durante años, muchas organizaciones sindicales y la ciudadanía han tenido que asistir al crecimiento de estos grupos y a los enormes beneficios que han obtenido con el flujo constante de dinero público. Durante años, muchas voces han reiterado su vieja reivindicación de que la dependencia se organice sin ánimo de lucro.
Es bueno para la sociedad, bueno para los contribuyentes, bueno para las personas dependientes y bueno para el personal. En la reciente Conferencia sobre el Futuro de Europa, la ciudadanía ha estado de acuerdo en que las empresas no deberían poder desviar los recursos tan necesarios para la asistencia universal. Es hora de que esta exigencia de sentido común se haga realidad.
Cómo construir nuestro poder
La mayoría de estas empresas del sector de la dependencia con ánimo de lucro han demostrado que no son amigas de personas trabajadoras. Por ejemplo, el grupo Orpea se resistió repetidamente a negociar un comité de empresa europeo (CEE) con sus sindicatos y la Federación Europea de Sindicatos de Servicios Públicos (FSESP). Después de tres años, la legislación obligó a la empresa a conceder a los trabajadores derechos de información y consulta a nivel europeo.
La presidenta del CEE –una trabajadora de Ver.di de Alemania– ganó recientemente un caso de acoso contra el grupo Orpea. Este juicio es sólo el ejemplo más reciente de la prolongada historia de acoso sindical de la empresa y su oposición a la presidenta del CEE, y se sumó a anteriores intentos de despido y ataques contra el comité de empresa. En Francia, la empresa ha favorecido fuertemente a un sindicato amarillo interno durante las elecciones sindicales, una práctica muy dudosa que los sindicatos franceses están combatiendo en los tribunales.
Orpea despidió a decenas de delegados sindicales de la CGT cuando descubrió que eran miembros de esta confederación sindical francesa. El sector de la dependencia está dominado principalmente por mujeres y cuenta con muchas trabajadoras migrantes, de minorías y muy vulnerables. Esta multinacional se ha aprovechado de esta situación y ha llevado a las trabajadoras al límite. Esto no ha impedido las huelgas y la resistencia, pero ha dificultado ambas cosas y esto es inaceptable.
¿Cómo podemos mejorar una situación creada por 20 años de neoliberalismo? Será necesario un trabajo coordinado a nivel mundial, europeo, nacional y local para que los servicios de dependencia vuelvan a estar bajo control democrático y para restringir –si no eliminar– la lógica del lucro.
Hace unas semanas fue el Día Internacional de la Enfermería, en el que celebramos el trabajo de millones de enfermeras en el sector público, sin ánimo de lucro y con ánimo de lucro. La FSESP y la Internacional de Servicios Públicos, la federación sindical mundial del personal del sector público, se enorgullecen de organizar a estos trabajadores y trabajadoras en todos los ámbitos y en cualquier lugar de trabajo.
Pero también tenemos muy claro que se necesitan sistemas solidarios para que todo el mundo tenga acceso a la atención que necesita, sea cual sea su estatus social y dondequiera que viva. En este escenario, todo el mundo tiene que contribuir, y no se puede permitir que nadie sea egoísta.
El sector de la dependencia se encuentra en el ojo de una tormenta perfecta. Con el fracaso estructural de la asistencia con fines de lucro expuesto por la pandemia y la denuncia de Les fossoyeurs, existe ahora un impulso que debe mantenerse y aprovecharse. El gobierno francés ha llevado a cabo investigaciones que han encontrado graves fallos tanto en las finanzas como en la conducta del grupo Orpea, mientras que otros países siguen investigando.
La Unión Europea está preparando una Estrategia Europea de Cuidados, cuya primera propuesta está prevista para el otoño. El escenario está listo para que los responsables de la formulación de políticas introduzcan un verdadero cambio en la sociedad.
La FSESP y muchos otros han llegado a la misma conclusión una y otra vez: prestar asistencia sanitaria y social con fines de lucro es incompatible con el objetivo de una sociedad más igualitaria. Ahora esperamos con interés el trabajo de la Comisión Especial del Parlamento Europeo sobre covid-19 para explorar esta cuestión en toda la UE.
Cambiar el sector de la dependencia significa cambiar la sociedad. La ISP ha lanzado recientemente su Manifiesto de los Cuidados, en el que reclama la organización social de los cuidados. El objetivo de una sociedad igualitaria y asistencial se está desbaratando sin ella. Ser cuidado es un derecho humano y está ligado a la calidad del trabajo de los cuidadores. El cambio sólo llegará con un enfoque humano que valore por igual los objetivos de la calidad de los cuidados y de la calidad del trabajo. Esa debe ser la brújula del movimiento obrero internacional.
