Este 1 de mayo, tras dos años muy duros para las y los trabajadores del mundo entero, volver a las calles, a las movilizaciones, los actos y los encuentros, es volver a tomar conciencia de que tenemos en nuestras manos la herramienta más poderosa: el hacer colectivo. Hoy dejamos atrás lo individual, lo que nos tocó vivir en este tiempo de confinamiento por la Pandemia, y volvemos a pensar juntos, con nuestros compañeros y compañeras.
Se trata de recuperar el espacio del debate, de la asamblea, de las reuniones de delegados, de las reflexiones en conjunto y también, por supuesto, del instrumento fundamental que tenemos: nuestra unidad y nuestro derecho a huelga, herramienta con historia, presente y futuro de la clase trabajadora.
Durante este tiempo pudimos ver como se caía la mentira de que el mundo podía progresar sin nosotros y nosotras, que los robots nos iban a reemplazar, que ya no teníamos destino.
Cuando nos tocó permanecer en nuestros hogares, salvo quienes cumplieron la enorme tarea de sostener los servicios esenciales de la población, se hizo palpable la realidad inexorable: Sin trabajo humano no hay riqueza. Sin nuestro trabajo no es posible la vida en el planeta.
Y ahora que nos toca volver tenemos que pensar en nuevos desafíos. Es importante estar en nuestros puestos de trabajo y enfrentar la idea del teletrabajo como la evolución inevitable o la mejor forma de cumplir nuestras tareas. En Pandemia, los patrones aprovecharon para avanzar con esta modalidad, que no es nueva, e incluso se impulsaron leyes para regularlo. Los sindicatos tenemos la obligación de organizarnos, concientizar y enfrentar el teletrabajo porque está probado que no nos trae ningún beneficio ni a nosotros ni a la población y sólo es más ganancia para los empleadores.
Sabemos que no es un retorno sencillo, porque el estar distanciados y trabajar en los hogares nos hizo tomar conciencia de cómo eran antes nuestros lugares de trabajo. Y nos dimos cuenta de que estábamos trabajando en pésimas condiciones. Basta con nombrar, por ejemplo, lo que nosotros, dentro del Sector Público, venimos denunciando hace décadas: no hay inversión pública en cuestiones edilicias o para mejorar las condiciones del trabajo cotidiano.
Ahora ya no quedan dudas. Tenemos que volver a la presencialidad y dar la batalla no sólo por el salario, sino también por mejorar las condiciones de trabajo y vida que llevamos en nuestros puestos laborales.
Y para eso los sindicatos también deben plantearse desafíos de este nuevo tiempo: tenemos que ampliar la participación de las mujeres trabajadoras, generar espacios de paridad y dar este debate en todos los ámbitos. Y como digo siempre: el sindicalismo es una actividad fundamentalmente de jóvenes. Por eso necesitamos que las dirigencias sindicales abran todas las formas posibles de participación para que los jóvenes inunden las organizaciones, los espacios de asamblea, y por supuesto los espacios de representación y de dirección en los sindicatos.
Hoy, los y las trabajadoras del mundo debemos revalorizar la importancia del trabajo del ser humano. Y revalorizar la necesidad de unirnos, de organizarnos, de volver a autoconvocarnos. Porque la riqueza de este mundo y las posibilidades en la construcción de un bienestar colectivo dependen del hombre y de la mujer que trabajan.
Este Primero de Mayo, en el Día Internacional de las y los trabajadores, saludo a cada uno de mis compañeros y compañeras y les pido que volvamos a recuperar lo colectivo para construir más unidad, más organización y salir a luchar para cambiar esta sociedad.
