13 de junio de 2025. | Nº de edición: 1591

Se tensa la relación entre los trabajadores brasileros y Jair Bolsonaro

Por Leopoldo Sosa, columnista de Latam Gremial.

A medida que cesan los efectos de la pandemia en la región y se reactiva la actividad económica, el horizonte político y económico a corto plazo se nubla.

Por un lado, el Banco Central de Brasil estima un crecimiento muy bajo este año (1 a 2 %), con una cifra similar para 2022 (1,93 %). Por otra parte, la inflación se acelera impulsada por el costo de la gasolina, acercándose al 10 % anual.

Por otro lado, los datos sobre el desempleo de las últimas mediciones arrojan que 14,4 millones de brasileños se encuentran desempleados. Si bien se registran mejoras en relación con el mismo periodo de 2020, ha crecido la informalidad, del 36.9% del mismo trimestre del 2020 al 40.6% de este año.

La coyuntura política que enfrenta Jair Bolsonaro no es sencilla. Día a día se suman marchas en contra y en favor y las alianzas que lo llevaron a la presidencia se diluyen. Hoy en día, los apoyos se concentran en militares y radicalizados. El PT y las centrales sindicales a fin a Lula ya se preparan para las próximas elecciones.

Los sectores económicos concentrados comienzan a alejarse de Bolsonaro y priorizar sus intereses rompiendo la alianza capital y trabajo de un gobierno de tinte populista.

Las iniciativas tomadas por el gobierno recientemente en materia de empleo generan incertidumbre. La primera sobre empleo privado fue la Medida Provisional (MP) 1.045, que en una nueva extensión llegó al Congreso como una mini reforma laboral y fue rechazada en el Senado por una buena cantidad de votos.

El proyecto rechazado se encontraba hecho a medida del empresariado y prometía generar empleo (claramente precarizado). Consistía básicamente en dos programas de empleo. Uno por 18 meses sin derecho a vacaciones, aguinaldo, seguro de desempleo ni derechos previsionales.

El otro programa se dirigía a para jóvenes y mayores de 54 años con una remuneración de hasta 2 salarios mínimos (en Argentina es de $58.320 brutos) sin aportes, con 44 horas semanales, con reducción del seguro de desempleo, aportes y seguro de desempleo.

Por otra parte, la reforma tenía previsto la ampliación de la jornada en el sector minero y la reducción de horas extras en categorías profesionales; como bancarios, periodistas, aeronáuticos y operadores de telemarketing, que trabajan menos de 8 horas diarias.

La otra iniciativa tomada por el gobierno en materia de empleo público no parece correr mejor suerte. La PEC (Propuesta de Enmienda Constitucional) 32 que trata el congreso implica eliminar en la administración la estabilidad, promociones automáticas y los diversos beneficios.

Así también, establece cinco regímenes de contratación diferentes: contrato por plazo fijo; cargos por tiempo indefinido; puestos de liderazgo y asesoría; entre otros, y dejarían de existir beneficios como: aumentos retroactivos; vacaciones de más de 30 días al año; promoción basada únicamente en la antigüedad; incorporación al salario de valores relacionados con el ejercicio de cargos y funciones.

A su vez la propuesta faculta al Presidente de la República para rescindir cargos, bonificaciones, funciones y ministerios y transformar los puestos vacantes. La reforma por otra parte no afecta a jueces, diputados y militares. Desde hace semanas, el Frente de Funcionarios Públicos junto con las centrales sindicales en el estado, viene promoviendo manifestaciones en rechazo a la enmienda.  

En este estadio podemos decir que la política de empleo y salarios de Bolsonaro naufraga, los trabajadores lidian con la erosión de sus ingresos frente a la inflación y el aumento sostenido del precio de los alimentos.

Las políticas neoliberales de su ministro de economía no corren mejor suerte. Aplicando medidas ortodoxas cómo atar el gasto público y llevar adelante privatizaciones solo trajeron malas noticias. Entre 2018 y 2020, 14 multi­nacionales abandonaron Brasil y Ford cierra definitivamente sus plantas en São Paulo.

El laberinto en que se encuentra Bolsonaro y los trabajadores brasileños fuerzan soluciones a corto y mediano plazo. El mayor problema al igual que en otros países de la región es que queda muy poco tiempo.

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