Más de un siglo después de la abolición de la esclavitud, el trabajo rural en Brasil sigue siendo heredero de la lógica de servidumbre, con las mujeres y los negros como las principales víctimas de la informalidad y los bajos salarios.
Un informe de Oxfam Brasil revela que el 69,6% de los trabajadores rurales son negros y el 58,3% trabaja sin las garantías de la legislación laboral. Las mujeres negras son las más afectadas, con un salario promedio 61,6% menor que la media, mientras que los hombres negros ganan un 59,8% menos.
«El trabajo de campo es ‘heredero directo’ de la lógica de servidumbre que caracteriza la esclavitud y constituye una ‘máquina de alimentar las desigualdades'», afirma Gustavo Ferroni, coordinador de Justicia Rural de Oxfam Brasil.
«Son desafíos que no se han superado desde hace más de un siglo. Particularmente en el caso de los trabajadores rurales, la informalidad es muy alta. Estamos hablando de empresarios que integran la agroindustria, que dicen que es el sector que más aporta al Producto Interno Bruto. ¿Pero qué crecimiento económico es este si los trabajadores son informales y reciben salarios muy bajos?», añadió el directivo.
La injusta división de valores en las cadenas productivas, la debilidad de las entidades de clase y el inadecuado salario mínimo son algunos de los factores que contribuyen a la perpetuación de la precariedad en el campo, según el documento.
Oxfam Brasil expone una serie de medidas para superar este problema, incluyendo la participación de todos los actores de las cadenas productivas, el fortalecimiento del trabajo de los sindicatos y la negociación colectiva.
«Es inaceptable que el sector más rico de la economía tenga trabajadores informales en un nivel del 60%, prácticamente. Todo el campo debería estar cubierto por la negociación colectiva», afirma Ferroni.