29 de marzo de 2024. | Nº de edición: 1150

Joe Biden y el sindicalismo: una luna de miel en la Casa Blanca

Por Leopoldo Sosa, columnista de Latam Gremial.

La presidencia de Estados Unidos, Joe Biden, quedará marcada por dos hechos políticos: el primero de ellos es relanzar la democracia norteamericana apelando a sus mejores tradiciones que lo alejan del abismo político que abrió Donald Trump y,  el segundo, es poner nuevamente la economía de su país en pié con la ayuda de los sindicatos.

En ambos desafíos es necesario pasar de una economía centrada en las especulaciones y finanzas a una más real que genere empleo para los estadounidenses. Trump ya lo había entendido y con su América Firts había logrado cambiar el color del voto de los trabajadores industriales. A su vez, obligó a los congresistas republicanos a aceptar acuerdos comerciales y políticas proteccionistas en beneficio de los trabajadores, especialmente a los de la industria manufacturera del Medio Oeste.

Con estos antecedentes, Joe Biden incorporó a su plataforma de campaña un capítulo entero dedicado al derecho sindical y laboral para seducir nuevamente a los sindicatos y el premio era grande. Entre las promesas se destaca el  “Plan para fortalecer la organización de los trabajadores, la negociación colectiva y los sindicatos”, que incluye la recuperación del derecho a la negociación colectiva en el Estado y para trabajadores de casas particulares, rurales e independientes; fuertes controles y sanciones para la intromisión de las empresas en la libertad sindical de su personal; restricciones para que sindicatos amarillos recién formados puedan desplazar a los sindicatos tradicionales de las negociaciones; derogación de las leyes que prohibieron a los sindicatos percibir descuentos realizados a trabajadores no afiliados; fortalecimiento del derecho a huelga, entre otros.

En cumplimiento de las promesas de campaña en su primer día en la presidencia, Biden emitió una orden ejecutiva sobre la lucha contra el cambio climático y otra para la creación de empleos sindicalizados.  A finales de abril firmó otra en la que puso a su vicepresidenta Kamala Harris al frente del grupo de trabajo de la Casa Blanca sobre Organización y Empoderamiento de los Trabajadores. Este debe movilizar las políticas, los programas y las prácticas del gobierno federal para capacitar a los trabajadores para que se organicen y negocien con éxito con sus empleadores.

En su discurso en el Congreso ante el Estado de la Unión Biden expresó: «Estados Unidos fue construido por la clase media y los sindicatos construyeron la clase media. A lo largo de la historia de nuestro país, los sindicatos han sido la fuerza impulsora de los avances en los derechos de los trabajadores y la mejora del nivel de vida de los trabajadores sindicalizados y no sindicalizados».

Un día antes del discurso firmó un decreto elevando el salario mínimo por hora al doble, 15 dólares para las empresas que trabajan con el Estado. También cabe recordar que en la reciente votación de Amazon brindó su apoyo a la sindicalización.

Ahora bien, para entender el marco en que se dan estos cambios debemos  retrotraernos al  plan de estímulo fiscal del New Deal de Roosevelt. Así como, tras las crisis de las Suprime, el Estado salvo al sistema financiero, ahora el Estado sale al rescate de toda la economía. Vale decir que hasta ahora la ayuda del gobierno ha llegado también a las clases media y media altas.  Biden necesita crear empleo de calidad, durable y así  evitar que todo este dinero de estímulo se pierda en el camino. Biden sabe bien que nadie mejor que los trabajadores para repartir los estímulos.

Más arriba hicimos mención a las dos primeras órdenes ejecutivas firmadas por Biden relacionadas a Cambio climático y empleo. Aquí se espera que las automotrices acompañen el cambio de paradigma energético y adecuen sus productos a energías limpias para lo que también deberán tomar empleados. En esta empresa los sindicatos tienen un rol central.

General Motors había anunciado que abriría una nueva planta y en busca de reducir sus costos laborales se terminó radicando en México. Hace muy poco la Secretaria de Comercio debió recurrir al capítulo en materia sindical y laboral del T-MEC, por violación de los derechos a la sindicalización en la planta de GM en el Silao, Guanajuato por presión de los sindicatos estadounidenses.

La tasa de sindicalización en 1950 era del 30%, en 1980 del 20%, en 2020 del 11%. Existen dos factores que explican esta caída. En primer término, la caída del empleo en general, con el fin del  modelo de una sociedad industrial y el ingreso al modelo neoliberal pero también a la mala prensa que tuvo el sindicalismo. Después de la segunda guerra mundial los sindicatos eran caldo de cultivo para la amenaza comunista.

Por último, no podemos dejar de ver un factor político importante, la sociedad estadounidense se muestra muy sensible y movilizada desde las protestas por la muerte de George Floyd. Lo cierto es que el modelo económico financiero dejó muchos caídos y por primera vez en su historia existen trabajadores pobres en EE.UU. Crecen movimientos anarquistas y la sociedad toda es un caldo de cultivo para experiencias alejadas del ya deteriorado  American Way Of Life.  Lo cierto hasta aquí es que la democracia sindical tiene un buen aporte para hacer.

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