Ante el avance del Covid-19, la incorporación de herramientas tecnológicas a las prácticas educativas fue inminente. La Internacional de Educación en América Latina realizó un informe que demuestra la desventaja de América Latina ante estos cambios.
Un informe reciente de UNICEF sobre el Covid-19 indica que al menos 463 millones de estudiantes han perdido el acceso a la educación, ya que no disponen de medios para recibir enseñanza a distancia o por la ausencia de oferta de este tipo de enseñanza.
“Las tecnologías de la educación no son malas por naturaleza, aunque tampoco buenas. Lograr que su uso sea equitativo e inclusivo es responsabilidad de quienes las diseñan, ponen en práctica y gestionan”, menciona el informe del IEAL.
El dato más alarmante refleja que casi un 70 % del estudiantado residente en zonas rurales de África, y el 23 % de los residentes en América Latina, no contaba con herramientas digitales, por lo que tuvieron un acceso limitado a la educación durante la pandemia.
En la encuesta se preguntaba por el impacto de las tecnologías digitales en el bienestar del profesorado y el personal de apoyo educativo, los aspectos que más preocupaban al sector docente eran: la intensificación de la carga laboral, los problemas de salud (estrés tecnológico) y el equilibrio entre vida personal y laboral.
Entre los modelos de negociación, el documento propone “añadir nuevas cláusulas a los acuerdos de negociación colectiva para aumentar la influencia de los sindicatos sobre las tecnologías empleadas y exigir a las autoridades y escuelas la responsabilidad de implementarlas y evaluarlas”.